Acompañando a Maria y José en el camino hacia Belén.
Maria, continuas tu caminar hacia Belen con la caravana que va hacia Belen, pero sientes que va muy rapido apesar de ese frio viento y esas arenas que no permiten mirar mucho, y aunque tuviste un buen reposo (descanso), sientes más el peso de la fatiga de los días de peregrinar. Te parece que vas cuesta arriba el sendero y sin embargo todo es recto.
José tira del asno y de vez en cuando se vuelve para mirarte y procura todo tu bien.
Te oye musitar unas palabras. Son las palabras de alabanza a tu Dios. Quieres compartir con José lo que se mueve en tu corazón. Le comunicas tu alegría, tu gozo por el Dios de tu vida que milagrosamente llevas en tus entrañas. Pero ahora las palabras:-“mi Dios, mi Salvador” adquieren para ti un verdadero sentido de vida y significan algo mas que una alabanza; ya que estan hechas carne y sangre, dentro de Ti, pues tu Salvador es el Hijo que tu esperas con inmensa paciencia y esperanza para ti y tu pueblo que esta impaciente.
Sientes la salvación dentro de ti y penetra en lo hondo de tu ser con gozo y paz…
Sientes que tu ser, que ha sido cobijo del salvador, es un lugar santificado por su presencia, y quieres gozar con este sentimiento. Es como si lo quisieras grabar para siempre antes de que nazca el pequeño ser que llevas en ti...
Sientes que Jesús es el salvador de tu pueblo Israel. Pues eres parte de este pueblo porque has nacido en él y porque Jesús tambien nacera en el y ha hecho suyo este pueblo…
Tú compartes todos estos sentimientos con José que al tocar tu alegría se siente aliviado de su cansancio y lleno de esperanza para continuar ese camino seco y arido.
Tu mirada, la mirada de tu corazón, se encuentra con los hombres, la descendencia de Abraham, y los sientes como algo tuyo, porque tu Hijo ha venido a salvarlos.
María, limpia a tus hijos de todo lo que nos aleja de Aquél que viene en humildad y pobreza, para ser Redentor de este mundo que se aferra no amarlo.
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