--Es el mediodía, la iglesia está abierta, debo entrar! María, Madre de Jesucristo ahora no vengo a orar. No tengo nada que ofrecerte ni nada que pedirte. Vengo sólo para mirarte, Madre. Mirarte, llorar de felicidad sabiendo que soy tu hijo y que Tú estás aquí.
Siquiera por un instante, mientras todo termina.
¡Es el mediodía! Estar contigo, María, aquí donde Tú estás.
No decir nada, contemplar tu rostro, Dejar al corazón que cante en su propia lengua.
No decir nada, cantar porque el corazón rebosa como el mirlo que sostiene el aliento entre lo espacios de su copla imprevista.
Siquiera por un instante, mientras todo termina.
¡Es el mediodía! Estar contigo, María, aquí donde Tú estás.
No decir nada, contemplar tu rostro, Dejar al corazón que cante en su propia lengua.
No decir nada, cantar porque el corazón rebosa como el mirlo que sostiene el aliento entre lo espacios de su copla imprevista.
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