La fiesta de hoy fue instituida por el Papa
Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo,
Cristo Rey, al final del año litúrgico.
A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.
A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.
La Iglesia la proclama Reina de los Angeles y de los Santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes.
Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los Angeles y todos los santos.
Por eso la Iglesia invita a los fieles a invocarla no sólo con el dulce nombre de madre, sino también con el reverente de Reina, como en el cielo la saludan con alegría y amor los Angeles, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, los confesores, las vírgenes.
María fue coronada con la doble diadema de la virginidad y de la maternidad divina: -”El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por esto el Santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios”-.